Jóvenes "nini" y profesionistas "titi": dilemas de la educación y el trabajo


La perspectiva de muchos jóvenes hasta hace algunos años (incluso aún hoy) era que estudiar en alguna institución o tener un determinado nivel de estudios podía tener beneficios a futuro, siempre en torno a un campo laboral específico, he aquí el punto neurálgico de la cuestión. En la época de la incertidumbre, la denominada modernidad líquida , no hay una garantía de tal sueño que se suponía realizable, porque la realidad donde se encuentran inmersos es distinta a la que vivieron las otras generaciones que todavía preguntaban a cualesquiera “¿estudias o trabajas?” . Vista como un producto, la educación pasa a ser un objetivo que se conseguía mediante el esfuerzo personal, donde el siguiente paso era obtener el documento que avalara el conocimiento adquirido, y así presentarlo ante alguna empresa que requiriera de nuevo personal. Por otro lado, la realidad que se opone a “la fiebre de los diplomas” es la postura empresarial que se reviste con una serie de preguntas que, como si fueran espadas afiladas, se blanden así: “¿qué sabes hacer?”, “¿cuáles son tus habilidades?” y “¿estás cualificado?”.

En el presente trabajo pretendo abordar la realidad actual donde conviven dos grupos de individuos: los profesionistas con título pero sin trabajo, y los chicos nini que hoy en día es un problema de mayor envergadura. Ambos grupos giran en torno al problema del desempleo y las pocas oportunidades de escolarización. En primer lugar me centro en los profesionistas titi, con todo su contexto y las oportunidades o la carencia de ellas en la una sociedad insensible; después en lo que ocurre con los jóvenes que no tienen oportunidades de estudiar y menos de entrar al campo laboral. En una tercera parte analizo los puntos convergentes entre ambos grupos y las posibles alternativas que tienen para superar su situación. Finalmente, concluyo asegurando la posibilidad de crear nuevas relaciones sociales para combatir el problema del desempleo y la desescolarización en los países en desarrollo.


Los profesionistas titi

“Ser alguien en la vida” me parecía antaño algo seguro cuando pensaba en estudiar alguna carrera donde pudiera desarrollar mis habilidades y mejorar mis conocimientos. Pero sobre todo, porque estaba seguro que podría encontrar trabajo en alguna institución o empresa reconocidas, y así asegurarme un futuro prometedor. Incluso todavía alcancé a escuchar comentarios de otras personas acerca de las ventajas de tener un título que avalara lo que se había aprendido durante el desarrollo de la carrera. No obstante, ahora me doy cuenta de que la realidad que suponía era prometedora, no era tal y como la pintaban, puesto que en los datos estadísticos y en las experiencias relatadas se refleja una verdad que nadie quiere aceptar y que sin embargo existe: cada vez más hay egresados que no encuentran trabajo para lo que habían estudiado. A mí me dan escalofríos sólo de pensar en lo que va a pasar cuando el número de egresados con título se cuadruplique, será una lucha encarnizada por obtener un puesto, y la actualización constante será un requisito para aquellos que logren cubrir una plaza y no quieran perderla.

Los profesionistas titi lo son en la medida en que egresan, porque tienen un título; el riesgo consiste en que se enfrentan a un mundo donde las vacantes en el mercado laboral están muy limitadas, y sólo unos cuantos pueden ocuparlas. El título, del cual podrían haberse sentido orgullosas las generaciones del siglo pasado, no es en la actualidad una garantía para que alguna empresa lo contrate. Falta algo más que eso, y se trata de lo que el sujeto es capaz de hacer con el conocimiento que posee, ya que vivimos en la sociedad del conocimiento, donde la teoría sólo es la base, pero es preciso aplicarla de manera que produzca resultados y productos tangibles.

Lo que sostengo al referirme en primer lugar acerca de los profesionistas es en parte la falta de preparación para ajustarse al mundo donde supuestamente iba a trabajar; si se sigue pensando en que el título es importante, es porque a los estudiantes se les inculcó una manera de pensar distinta y discordante respecto al contexto donde se mueven. Es como si se les dieran gato por liebre, puesto que los egresados esperan insertarse en el campo laboral casi de inmediato, y lo que encuentran al salir del útero materno que es la institución de nivel superior, es que sus expectativas son inalcanzables o inexistentes, porque encuentran una realidad que no se esperaban, y la frustración llega posteriormente.

La superación personal y la permanencia laboral ya no son criterios de la supuesta movilidad social que tanto se caracterizaba en el mundo anterior a la posguerra. La movilidad no es, por lo tanto, una recompensa por haber estudiado hasta obtener un título, y se puede ver en las historias de vida de muchos profesionistas, porque por un lado no encuentran trabajo para lo que habían estudiado y tienen además que competir contra otros egresados que también están buscando una plaza; y por otra parte, ya que no encuentran trabajo, pues tienen que emplearse en lo que haya aunque no pertenezca a su campo donde son expertos.

Hay una competencia abierta por los puestos, y los filtros como exámenes de oposición permiten un enfrentamiento entre los egresados, que quieren demostrar que son mejores que los demás. El problema al respecto no es el enfrentamiento en sí, porque se justifica por sí solo al buscarse los mejores adeptos para que formen parte del personal en la compañía o institución, sino lo que pasa con todos aquellos que se quedaron fuera y no lograron el puesto por el que tanto pelearon. Muchas veces escucho a diferentes personas decir que la culpa de la situación la tiene el gobierno porque no genera puestos de empleo para todos; estas actitudes demuestran que existe un descontento social contra la autoridad, pensando que todavía existe el estado paternalista que se encarga de ordenar las cosas.

Ahora, aquellos que se quedaron al margen, tienen que adaptarse a lo que puedan encontrar, porque es evidente la gran cantidad de profesionistas que no lograron aspirar a un puesto laboral de su campo de estudio. El hecho de que trabajen como taxistas, vendedores, etc., sugiere mirar al interior de cada contexto para darnos cuenta de las necesidades de la sociedad donde se desenvuelven, aunque el hecho de que un economista trabaje como vendedor no implica que no hagan falta en dicho contexto. Si no hay trabajo para que los profesionistas se dediquen a laborar en su campo, ¿para qué sirve haber estudiado tal o cual licenciatura? Al menos tengo la certeza de que estos profesionistas titi pueden aspirar a algo, porque el segundo grupo, los nini, no tienen muchas opciones.

Los jóvenes nini

Si el problema expuesto acerca de los profesionistas titi es crítico, actualmente lo que se puede ver en los discursos de los gobiernos y académicos como tendencia es la situación de los jóvenes y sus posibilidades de inserción tanto en el sistema educativo como en el mundo laboral. Al hablar de los jóvenes nini, siempre se les prejuzga como si fueran un cáncer que se está propagando, dañando así a la sociedad de un determinado contexto; se les ve como una amenaza y algo extraño que no puede ser tolerado. Se les tacha como delincuentes y chicos que no sirven para nada. Entre otras cosas, son incomprendidos porque no se conoce de antemano la historia que hay detrás, y la que explica mejor el porqué no estudian y tampoco trabajan.

En la modernidad líquida lo que siempre se constata es la incomprensión y la extrema individualización. Tales cualidades de la sociedad impiden ver de manera crítica el problema acerca de las oportunidades del empleo y la inclusión a los espacios organizados del sistema educativo; la problemática de los ninis no se refiere solamente al campo laboral, como ocurre con los profesionistas titi, sino también a las dificultades de acceso a la educación en cualquier nivel de estudios. En los estatutos y códigos de los gobiernos y organismos internacionales se enfatiza mucho el derecho de los niños y los jóvenes, se establecen acuerdos que supuestamente les garantizan el derecho a la educación. La realidad dista de ser armónica en estas cuestiones, porque en muchos contextos no hay una apertura suficiente de acceso al nivel medio superior y superior.

Los espacios organizados escolarizados de nivel medio superior y superior aceptan cada año a un determinado número de alumnos. Con la RIEMS de 2008 y la instauración del examen único, las posibilidades de acceso a estos espacios se reducen mucho; es una paradoja porque mientras se busca reformar a las instituciones para “mejorarlas”, la dificultad de insertarse al sistema se hace cada vez más rígido. Y la mejor justificación de los altos directivos es la misma: la falta de infraestructura, el bajo presupuesto y un número fijo de la matrícula que no puede crecer.

Por el lado del campo laboral, la situación no está mejor que en el caso de la escolarización. Muchos jóvenes que tienen la necesidad de trabajar, normalmente buscan opciones donde insertarse; la mayoría de ellos son rechazados, porque ocurre el mismo asunto: la experiencia. Varias veces me pregunto: si la experiencia es necesaria para poder trabajar en algún lugar ¿dónde se adquiere? La respuesta es muy obvia, pero resulta que los empleadores no son capaces de comprender las necesidades de los jóvenes que apenas están intentando abrirse paso en el mercado laboral. Claro que se precisa siempre de ciertas habilidades, con el discurso de las competencias la cuestión se dificulta, pero no obstante esa falta de conciencia hacia lo que requieren los jóvenes se ha agudizado en los últimos años.

Si los chicos no pueden entrar al sistema educativo formal para estudiar y poder seguir el curso hacia otro nivel más alto, cuando buscan trabajo siempre se topan con obstáculos invisibles que les impiden avanzar. He aquí que la decisión próxima y comprometedora contra su integridad es la de decidir entre dos alternativas: estudiar o trabajar; pero dadas las condiciones, ambas opciones son difíciles de lograr, por lo cual la perspectiva se traduce en ser nini porque no hay oportunidades, las necesidades de estos chicos se reviste con un velo que las hace invisibles a los ojos de la sociedad. Es entonces cuando su presencia supone una amenaza que debe ser eliminada o apartada del resto de la sociedad “perfecta”.

Sin embargo, hay que reconocer que esa amenaza no está exenta de cierta verdad, porque existe un grupo dentro de la categoría nini que decide serlo “por simple gusto” o comodidad. Yo mantengo cierta reserva hacia estos chicos, puesto que no hay una justificación viable por la cual defienda su modo de ver las cosas. Las sociedades funcionan si todos los sujetos se encuentran inmersos en las relaciones que se establecen a partir de acuerdos. Los ninis que deciden serlo por simple gusto no tienen justificación, y mi postura al respecto es de rechazo contra ellos; no ocurre lo mismo con los otros que lo son porque las condiciones de su contexto los orillaron a eso, por lo cual tengo la certeza de que estos jóvenes buscarán otros medios para poder salir de la situación en la que se encuentran actualmente.

Puntos de convergencia

Ahora bien, al asumirse la problemática del desempleo como característica en ambos grupos, muchos se preguntarían si existen culpables. Algunas personas asegurarían que se trata de un problema del sistema donde se inmiscuye una mala planificación de políticas públicas. Los discursos demagógicos son por lo regular interpretados como aquellos que ocultan muchas cosas detrás de las palabras del orador político, por lo que la percepción de señalar a los presuntos culpables es positiva porque sin más se toma conciencia de los actores del gobierno y señalados de inmediato. La otra óptica, se podría decir que la causa del problema es el mismo sistema educativo; no el sistema en sí, aunque el punto neurálgico sería en este caso las reformas y reestructuraciones de los programas educativos, sobre todo en los niveles medio superior y superior, ya que los grupos nini y titi se encuentran entre esos niveles educativos.

En realidad no hay un consenso social respecto al señalamiento de los culpables de lo que ocurre con las limitaciones del mercado laboral. Las causas no pueden ser únicas o aisladas, puede ocurrir que se trate de una serie de factores que determinen de alguna forma la crisis del desempleo. Incluso llega a sostenerse que los factores son externos al contexto, por ejemplo las políticas importadas desde otros países. El problema real de fondo es que siempre al discutirse el problema del desempleo normalmente la dialéctica consiste en buscar inevitablemente a los responsables, sin concentrarse en las soluciones que puedan llegar a proponerse. Me parece que más bien la dificultad de lograrlo radica en instaurar soluciones rápidas, no planeadas, como ocurre con los programas compensatorios como Oportunidades; es por lo tanto una estrategia política para atenuar la complejidad del problema antes que soluciones pertinentes.

Si los profesionistas con título pero sin empleo en su campo representan ya un grupo ignorado por los gobiernos y la sociedad de la modernidad líquida, con el tema de las pocas plazas que se disputan con tal de obtenerlas, el grupo que me parece aún más vulnerable son los ninis, porque por una parte ellos apenas están tratando de insertarse a los espacios organizados del sistema educativo, con toda una serie de obstáculos a los que tienen que enfrentarse, superándolos o cediendo a ellos. Y por otro lado, careciendo de una formación sólida, es casi imposible que puedan entrar alguna vez al mercado laboral formal. Esto conduce a preguntarse acerca de los riesgos que existen en la actualidad. Un riesgo se manifiesta porque hay sujetos que han sido orillados y excluidos de las relaciones; se convierten en algo extraño, en una anomalía que no puede ser tolerada por los sujetos “normales”. Tanto los profesionistas titi como los jóvenes nini son grupos excluidos, infravalorados, y el problema del desempleo es el punto convergente entre ambos.

La falta de oportunidades implica en ambos grupos un riesgo común, que en los últimos años se ha convertido en un problema dentro de otro de mayor envergadura: la presencia del crimen organizado. En el período que comprende al auge del Estado Benefactor, podía pensarse en que el gobierno se hiciera cargo de la situación, al decaer su figura y delegar sus diversas funciones vitales, jugar a ser el protector de estos grupos no es posible porque hay otros actores que están estableciendo sus propias reglas en el juego de las relaciones entre la sociedad y la economía nacional. A falta de algún órgano con suficiente peso jurídico, los individuos que pertenecen a estos grupos son comúnmente víctimas de grupos delictivos del crimen organizado. Ya que no hay trabajo para ellos, la perspectiva de unirse al narcotráfico representa una forma fácil de salir de la situación de paro laboral y educativo. El peligro es grande, y parece ser que los gobiernos se han hecho de la vista gorda al respecto, aunque después se preocupan de que los índices de violencia y criminalidad se hayan desatado de manera peligrosa en las calles.

Vemos en esta dialéctica entre los dos grupos el riesgo, pero también otras alternativas para poder hacer algo al respecto. La educación no formal ha sido desde hace tiempo una opción para que los jóvenes puedan incorporarse a espacios no formales de educación, que suelen ser comunitarios y dentro de una realidad específica; estos espacios son importantes e imprescindibles para afrontar el problema de los ninis. Por el lado de lo laboral, es preciso construir opciones donde el emprendimiento sea una nueva forma de crear fuentes de empleo, y sobre todo, una opción para los profesionistas titi para que dejen de estar en el paro y encuentren espacios de interacción con otros colegas para construir proyectos realizables.

Conclusiones

Vivimos en una era de cambios, en una época de incertidumbre, en la modernidad líquida de Bauman (2007). El desempleo es quizás el problema que muchos actores sociales han considerado como de mayor envergadura, por todas las implicaciones que resaltan sobremanera, y que margina muy marcadamente a determinados sujetos del resto de la sociedad. Los ninis son jóvenes que no estudian ni trabajan porque son orillados a ello, por las trabas y obstáculos que existen en el sistema educativo y otros factores externos, y no obstante existen otros chicos que deciden serlo porque así se sienten bien. Son dos polos distintos pero con un punto de convergencia: el desempleo. El término titi hasta hace poco no lo conocía, aunque el problema de los egresados de distintas carreras ya había sido constatado y estudiado; el hecho de tener un título hoy en día no es ninguna garantía para aspirar a un puesto en el mercado laboral, hace falta algo más que eso, y la actualización se reviste con la perspectiva empresarial en cuanto a habilidades, actitudes y competencias. Las pocas vacantes hoy en día dificultan aún más la situación de los profesionistas que tienen que luchar contra otros, la competencia es muy desigual.

Los profesionistas titi y los jóvenes nini son dos grupos vulnerables, incomprendidos socialmente, nadie parece tomar conciencia de su situación. Actualmente existen en todas las sociedades del planeta, y para cada nación se les trata de manera distinta. Intervenir para poder comprender el problema del desempleo y el acceso a los espacios educativos de nivel medio superior y superior es posible, aunque por otra parte las políticas públicas que promueven los gobiernos no tienen una respuesta apropiada para proponer nuevas maneras de enfrentar el problema.

No considero plausible que esperemos a que el problema se resuelva por sí solo, los milagros no existen. Tampoco esperemos que el gobierno intervenga, porque si lo hace, solamente va a proponer una serie de programas compensatorios que en definitiva no resuelven el problema. Los caminos fáciles son los más comunes cuando se pretende darle prioridad al mercado laboral y la escolarización de los jóvenes que aspiran a nuevas oportunidades. Al coartar el camino hacia las oportunidades, se minimiza la iniciativa de los individuos, por lo cual debe hacerse lo contrario.


Fuentes de consulta

BAUMAN, Zygmunt (2007). Los retos de la educación en la modernidad líquida. Edit. Gedisa: Barcelona, 46 pp.

BAUMAN, Zygmunt (2008) “Separados, pero juntos” y “La utopía en la época de incertidumbre”, en: Tiempos líquidos, vivir en una época de incertidumbre. Ensayo Tusquets editores / Conaculta. México. Pp. 103 – 155.

TÉLLEZ Velasco, Daniel (2011). “Jóvenes nini y profesionistas titi: la estratificación letrada del desempleo”. En El Cotidiano. Núm. 189, septiembre-octubre. México: Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, pp. 83-96.

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