La reorganización económica, como consecuencia de la dinámica del cambio en el mundo por motivos diversos, ha tenido un impacto directo en las estructuras de las sociedades diseminadas en el mundo, tanto en el aspecto social, económico y político. Esto se debe a que con el uso cada vez más generalizado de las tecnologías, se acentúan de manera global nuevas formas de hacer frente al cambio. La nueva tentativa es la implantación de un nuevo orden económico que responda al dinamismo generado. Una parte de esto se refiere al comercio exterior y a la competencia internacional, esto lo está implementando México desde que firmó el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. La nueva demanda generada consiste en la exigencia directa a las instituciones educativas de nivel superior para dar apertura a la capacitación para fines laborales, que incluya la competencia y la polivalencia.
Los procesos de la globalización exigen, en todo el mundo, una reestructuración de los procesos productivos y comerciales de las organizaciones que ofrecen servicios relativos a la economía. En esta perspectiva las empresas son las que se alzan como las principales en favorecer esta idea, donde el propósito es dejar de lado los procesos obsoletos de antaño para ajustarse a la nueva realidad. La mejor eficiencia productiva y la calidad son dos conceptos que se toman en consideración, incluso la organización laboral, para poder perpetuarse y mantener su papel económico. El modelo productivo fordista solía ser el mejor para el período en el que funcionó; la globalización que se acentuó en los 70’s demostró que ya no era factible porque las crisis generadas a partir de allí no pudieron ser superadas. Ante esto, los nuevos modelos debieron ser revisados para su modificación. La crisis económica tiende a la heterogeneidad, y la segmentación del mercado hace imposible seguir con la misma pauta; la descentralización es ahora la propuesta impuesta, de manera que la producción es dirigida a la satisfacción de necesidades puramente locales, ante esto la centralidad productiva ya no puede ser reproducida por carecer de bases.
Para la superación de la crisis económica, en algunos países que se llamarían del primer mundo, en la perspectiva empresarial actual los conceptos de ajuste y flexibilidad son centrales. El ajuste se pretende para resolver las problemáticas producto del proceso globalizador (desempleo, inflación, etc.), es decir, se quieren equilibrar las inconsistencias, aunque realmente estos problemas no han sido resueltos, parece más bien que se acrecientan más. Respecto a la flexibilidad, no hay políticas que permitan la aplicabilidad de pautas para resolver las cuestiones problemáticas, y en realidad no veo esto en la realidad tangible.
Pero la insistencia en la «producción flexible» hace caer en valorizaciones conceptuales, que la postura empresarial ya ha definido como la mejor viable ante la dinámica de la globalización. En la “capacidad para variar los niveles de producción” (Barrón, 2009; 21), se trata de acrecentar la producción pero de acuerdo a las exigencias de los consumidores, y en esta medida la variedad de productos ya no consiste en producirlos en serie, sino velar por la calidad. Para llegar a ello, es precisa la flexibilidad, donde ya el empleado realiza diversas actividades que tienen que ver con la producción, donde la capacidad individual y en equipo es una característica necesariamente requerida. Sin embargo, hay un doble filo en el trabajo flexible: por un lado el trabajador realiza tareas diversas, que es una idea de capacidad; por otro, la contratación y el despido son un problema porque tiende a la inestabilidad del empleo.
Dentro de la lógica del trabajo y la producción flexible, se marcan tres características que serían imprescindibles, que giran en torno a la figura del trabajador. En primer lugar está la abstracción, que en buena medida hace referencia a la capacidad de toma de decisiones y la interpretación en el manejo de instrumentos de la producción. La socialización no requiere mayores explicaciones, aunque reconozco que aquí se hace insistencia en la buena relación entre los empleados, y la pretensión de que el sujeto se apropie de la cultura empresarial. En cuanto a la gestión, la libertad de administrar su tarea, el trabajador parece tener cierta autonomía. Sin embargo, esta lógica no puede ser instaurada de manera uniforme en todos los países, el caso de Latinoamérica es heterogéneo respecto a los modelos económicos; el caso mexicano no puede adoptar esto de manera real, porque ya que la economía está sustentada en pequeñas y medianas empresas, éstas no cuentan con recursos suficientes para llegar a ejercer las cualidades de la flexibilidad; podría estar únicamente la opción en las empresas transnacionales, aunque la problemática sería la desigualdad productiva, que pondría en jaque a las otras empresas.
La crítica a las instituciones escolares es meramente empresarial, ya que en su perspectiva no se contempla la formación de profesionales para el logro de los intereses de la empresa. En este sentido, las demandas que exigen los organismos internacionales, como la OCDE, o el Banco Mundial, privilegian la postura empresarial, y bajo estas condiciones la teoría del capital humano es central porque se pretende formar un vínculo entre el conocimiento y la economía. Esto significa que el nivel de educación se toma como medida para el posible progreso creciente del país. Ahora bien, formar a profesionales para responder a las exigencias del proceso del trabajo es una tentativa para el logro de objetivos puramente económicos, con la idea de que con ello las naciones crecerán. Instituir una nueva organización curricular que incorpore elementos para competir laboralmente puede ser un proyecto muy ambicioso.
La defensa del proyecto con miras a la competencia laboral presenta tres razones que, si bien son congruentes con lo requerido de las reglas de la globalización, son reales en la práctica aunque no aplicables en todos los países por la cuestión del nivel de desarrollo. Primero, la centralidad en la capacidad del ser humano es básicamente la base primordial para el progreso. Segundo, la calidad y la capacidad, en íntima relación, son premisas que se evalúan para que el trabajador pueda aspirar al puesto. La tercera razón tiene que ver con el enfrentamiento con el dinamismo, al responder a ello se toma en consideración el grado de innovación que posea el sujeto ante situaciones diversas.
De manera análoga, el hecho de que se pretenda que el individuo domine conocimientos básicos alude a la competencia cognitiva, esto es, que la lectoescritura y las matemáticas sean centrales, estas son competencias técnicas. Aparte, la construcción de una competencia con vista en el comportamiento profesional forma parte de la personalidad del sujeto, con lo cual estos dos tipos de competencias, técnicas y profesionales, son importantes para el desempeño productivo, ya no en bases teóricas, sino en la realidad laboral, y con ello se logran los objetivos planteados por la empresa, que tienden a la calidad. De esta manera, el complemento de las competencias, donde la relación de conocimientos generales con los específicos aunados a la experiencia, son parte de la propuesta para implementar la enseñanza integral. Este enfoque resulta ser eficaz, puesto que permite al individuo adquirir conocimientos en la institución educativa, para aplicarlos en la práctica del trabajo.
El currículum que se establezca, donde la resolución de problemas es lo central, es propicio a ser aceptado, en esta circunstancia los métodos empleados en el aula ya no serían los tradicionales, porque el seguimiento de la formación de los profesionales estaría centrado en la forma en cómo se aprende, descartando así la asimilación de contenidos teóricos. La relación estrecha entre capacitación y empleo adquiere un nuevo matiz, mirando ahora el aprendizaje como un mecanismo que es para toda la vida, con el proceso de la globalización era de esperarse que el dinamismo lo hiciera patente porque eso implica la constante capacitación de los trabajadores para seguir siendo aptos para las labores diversas que les encomienden; la formación es continua, por lo cual la inversión a este modelo debe promoverse.
Ante las implicaciones del proyecto de capacitación, el cambio en las tecnologías y la organización laboral pone a las instituciones en la misión de enfrentar los retos que esto exige. La implementación de la modalidad no escolarizada pretende apoyar la capacitación individual, en esta medida el aprendizaje ya no es establecido por algún agente externo, sino que el sujeto se capacita por el autoaprendizaje con la implantación de horarios y calendarios flexibles, la idea es que el “aprender a aprender” sea algo tangible, cosa que han puesto en marcha muchas instituciones de educación superior, ejemplo de ello es la educación a distancia. Pero no se debe caer en el error de que las demás modalidades (escolarizada y mixta) no son pertinentes, porque incluso los tipos de educación formal, informal y no formal son importantes porque se complementan.
Si se acepta que las instituciones pueden capacitar para el empleo, la controversia suscitada es que por mucho tiempo se hace más énfasis a la transmisión de la cultura, de allí que la crítica fuerte por parte de los agentes de las empresas sea que no ven el vínculo de las instituciones educativas con lo económico. No se descarta por completo esta falta de relación, porque en nuestro país la educación técnica y tecnológica responde de alguna manera a la formación en competencias laborales. La alternancia es un problema derivado del dinamismo de factores externos, porque puede que no haya oportunidades para transitar entre el aula y la empresa, lo cual entra en conflicto con los objetivos de la perspectiva empresarial.
Otra perspectiva relativa a la competencia académica tiene más relación con lo cultural. Se habla de necesidades básicas de aprendizaje, donde los conocimientos más esenciales puedan dar pauta al desarrollo del ser humano. Su papel está fundamentalmente en la sociedad, de manera que no se trata de que se adecúe a los procesos de la globalización directamente, porque su desarrollo va a permear en un contexto regional, por la lógica de que el bagaje cultural es diferente en cada sociedad y en ella se dotará al individuo con conocimientos que permitan satisfacer necesidades de supervivencia y, aparte, desarrollar ciertas potencialidades. La competencia en este sentido tiene que ver con la apropiación de conocimientos, información polivalente, habilidades y actitudes acordes con lo que espera su círculo social; la calidad reside, no en la producción, sino en la vida misma, esto es, la vida de calidad. Esto se vería en el afrontar problemáticas sociales, para lo cual conviene primero aprender a identificarlas para tomar decisiones al respecto.
En tal posición algunos organismos velan por la cuestión cultural, aunque la definición de las necesidades básicas es una cuestión de interpretación. Tanto el UNICEF como el Banco Mundial las definen tomando elementos de la realidad empírica, apoyando así la manera en cómo se promueve la educación básica en cada región del mundo. Aún así, las críticas contra las instituciones de enseñanza tienen el carácter de echarles en cara la incapacidad de formar personas con habilidades y capacitadas para enfrentar los retos de la aldea global. Los planes y programas de estudio son por desgracia mal planeados, ya que no privilegian la formación de individuos requeridos para un mundo complejo como el de hoy, donde no pueden comprenderlo por carecer de conocimientos que sean fundamentales y propicios para el desenvolvimiento social. Estos conocimientos deben ser generales, no enciclopédicos, para aplicarlos a una diversidad de situaciones reales. Se debe tomar en consideración entonces la formación integral, donde el nuevo perfil del sujeto tenga que relacionarse con las competencias de índole diversa: para comunicarse, de naturaleza cognoscitiva, la investigación científica, el uso de tecnologías de vanguardia, una postura crítica y reflexiva ante lo que ocurre en el mundo, etc.
En lo particular respecto a México, en el Plan Nacional de Desarrollo 1955-2000 se plantea la postura de las competencias al analizar los objetivos del mismo. La globalización ha generado más problemas que mejoras en todas las sociedades, de allí que en el Plan Nacional se pretendan superar las inconsistencias que se ven en cada región, donde las oportunidades para la capacitación, cosa entendida como una formación técnica, es casi inalcanzable para muchos grupos desfavorecidos. Lo que se ha hecho al respecto dista de ser real para todo el país, tan sólo es una fórmula no aplicada. Es cierto que algunos programas que apuestan por la capacitación son instrumentos viables con buenos propósitos, aunque se nota que solamente son propuestas que muchas veces no son aplicables por muchas razones. Así, el Programa de Desarrollo Educativo 1995-2000 pone mucho énfasis en la formación continua de acuerdo a las necesidades que como característica tienden al cambio por la cuestión del dinamismo global, de modo que está del lado de la postura socioeducativa cultural.
Por otra parte, el Programa de Empleo, Capacitación y Defensa de los Derechos Laborales del mismo período está en el lado de la postura empresarial, porque apuesta por difundir las ventajas que tiene la capacitación laboral, los procesos productivos, el perfil necesario que debe tener el trabajador para ser más eficiente en las múltiples tareas que gestione. Incluso la SEP junto con el Banco Mundial, han propuesto las mismas tentativas al proponer un proyecto donde se pretende la implantación de un sistema nacional para la capacitación en el campo laboral; la atención primordial básicamente privilegia a la producción. El sistema de competencias responde en este sentido a las demandas sociales dinámicas, donde por supuesto se busca «certificar el conocimiento y las competencias laborales» (Barrón, 2009; 37).
Concretando, algunos proyectos llevados a cabo en México tienden a responder a los lineamientos que los organismos internacionales imponen, como son la CEPPAL y la UNESCO, en la lógica de la capacidad de los individuos con la misma postura empresarial. El CONALEP figura como proyecto piloto, básicamente opera con la insistencia en una educación técnica; las vocaciones de los sujetos estarían en relación con la productividad, según la declaración de la SEP en 1994. De nuevo se tiende al sector productivo, cuestión nada extraña a estas alturas. Otra propuesta del ámbito de la educación media superior es la del bachillerato propedéutico, las competencias que se pretenden desarrollar son más bien, contrarias al otro proyecto, académicas: las básicas implican demostración habilidosa; las generales se deben perpetuar a lo largo de la vida estudiantil; y las específicas hacen énfasis a saberes que se llevan a la práctica, según Canales (1997). En estos ejemplos el saber hacer parece ser un requerimiento obligado.
Con todo esto, la tendencia actual está más enfocada a la eficacia y la productividad, bajo los estándares de la política económica imperante.
Bibliografía
Barrón, Concepción (2009) La educación basada en competencias en el marco de los procesos de globalización, pp. 17-44. En Valle, Ángeles (coord.) (2009) Formación en competencias y certificación profesional, México, UNAM, IISUE.
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